Tenía el amigo de mi hija. Una mayoría de edad recién cumplida y tan soñada para la juventud, pero segada de golpe el sábado en la noche madrileña. Un amigo querido para ella y cuya pérdida llora con desconsuelo. Una distancia que agranda el dolor y que como madre me hace sufrir con ella. Un chico que vino a despedirla a casa y que era alegre y vital.
Viví la muerte de mi amigo Alejandro, con la misma edad y fue en un accidente de tráfico. Compañeros toda la vida de colegio y recién ingresamos juntos en la misma universidad. Han pasado muchos años y siempre está presente. A todas las personas que quise y que ya no están en esta vida, les ofrezco mis alegrías y mis penas y de esta forma siempre están presentes.
La amistad es un regalo, por eso, estar en duelo por un amigo que se va es muy doloroso. No quiero que sea un lunes triste, pero sí de homenaje para los jóvenes que salen por las noches y cuyos padres no dormimos hasta que les sentimos cuando llegan a casa.