Así vamos, como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, mirando la hora. Por suerte un día de verano, relajado, quise experimentar lo que era no llevar reloj y nunca más me lo puse. Me guío por el reloj del teléfono, el de la cocina, el del coche, el de las calles de Madrid..Y me doy cuenta de que los relojes de lugares públicos importantes nunca están en hora. El último en el q que me he fijado: el de la estación de Atocha. El telediario, el pi pi de algún reloj de alguien..me indica la hora que es. Estiro el día como un chicle y por la noche me gustaría parar el reloj pero hay que descansar. Me acuesto pensando en lo mucho que tengo que hacer mañana y hago listas con papelitos para acordarme ya que se me olvida lo que antes nunca se me pasaba..Mi amiga Mercedes me regañaría y me dice que por la noche no recupero. Os dejo con estos pendientes Verili que ya han cumplido sus bodas de oro. Unas joyas por las que no ha pasado el tiempo.