Maravillosa obra y título.
Dura pero real. La vida misma. Relación de amor y dolor de una madre por su hijo que padece trastorno mental.
Ayer la disfruté, además de con encuentro de actores, director, guionista, productores..un regalo para el segundo día en escena.
La interpretación de Isabel Ordaz y de Nacho Sánchez es colosal.
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Un lujo ver representado en España por primera vez un texto de Santiago Loza, figura clave de la dramaturgia actual en Latinoamérica y uno de los autores contemporáneos más representados en Buenos Aires. Un maestro en retratar personajes femeninos, con misterio, y delicadeza. Un testigo minucioso que recrea universos íntimos sirviéndose de la cultura popular. Una mirada singular que revela la extrañeza, la maravilla y el horror que habita en lo cotidiano. Santiago tiene una capacidad esencial de trasladar realidades muy complejas de una manera muy sencilla, con un impacto emocional muy fuerte. Elige las palabras con cuidado, sin dotarlas de interpretación para que el prejuicio no capture la idea, para no dejarse llevar por la censura a la hora de retratar a sus personajes.
En escena, una madre se despide de su hijo mientras aguardan al padre que vendrá a buscarlos enseguida para partir a un largo viaje. De alguna manera el hijo ya se fue hace tiempo: se encerró en sí mismo, en una cápsula de hermetismo. El padre ha de llevarlo a un hospital y dejarlo internado para que se cure de su trastorno mental.
En este tiempo de espera, la madre busca palabras para despedirse, sin recibir respuesta alguna de parte del joven. Los recuerdos le golpean, insistentes, evocando así ante él y ante el público la historia de una mujer desesperada, una mujer que ha nacido únicamente para ver sonreír a su hijo. Un hijo que no solo no sonríe, sino que permanece ausente, ido, o tal vez habite un mundo para los demás humanos inaccesible.
Para Messiez la pieza “es una perlita a la vez delicada y feroz. Un “melodrama de madre” contemporáneo. Un gran bolero. Un encuentro con la  necesidad de estar cerca, de entender qué hay antes o después de las palabras”.
En palabras del propio Loza “la obra, a través de la mujer que desespera, intentar dar luz a los afectos, a los que más duelen, que también suelen ser  los que más importan. Una inmensa piedad oculta que expone lo amoroso, y desearía que quienes se acerquen, puedan conmoverse con esta historia tan cercana y frágil”.