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Henri Matisse – “La alegría de vivir” (1905-1906, óleo sobre lienzo, 176 x 240 cm, Barnes Foundation, Philadelphia)
Su obra más fauvista. Tema: el mito de la Arcadia, un país imaginario habitado por pastores cuyas únicas tareas eran tocar instrumentos, cantar, bailar, vaguear tirados en la hierba y “conocerse bíblicamente” de vez en cuando. Pero mientras que en “Lujo, calma y voluptuosidad”, Matisse había añadido algunos elementos contemporáneos que modernizaban la escena, en este caso, pinta una obra absolutamente clásica (si no tenemos en cuenta la técnica utilizada, claro). El resultado es de una belleza arrebatadora, con esos árboles sinuosos que se unen en la parte superior para enmarcar la escena, y los arabescos que forman los cuerpos curvilíneos de las figuras: la chica amarilla que se está adornando el cuerpo con una guirnalda de flores, la retorcida pareja de amantes, las dos mujeres (morena y pelirroja) que están tumbadas en el suelo, una de frente y otra de espaldas, el pastorcillo que toca la flauta… Algunos de estos personajes, como los que están bailando en corro, los reutilizaría más tarde para otras obras, como La danza . Aunque el colorido es muy intenso, es tan armónico que resulta más sensual que violento. Es una obra muy optimista, como casi todas las que pintó Matisse a lo largo de su carrera. No en vano, era un artista que celebraba todos los días “la alegría de vivir”.