Después de veinticuatro años conviviendo juntos, puerta con puerta, se marcharon, y me siento desolada pues me falta escucharles.

Cuando me dieron la noticia quise disfrutarles más que nunca lo habíamos hecho. En el día a día todos vamos corriendo, pero pensar que ya no íbamos a tenernos era como si quisiera parar el tiempo.

Nos tomamos una cerveza que antes no podíamos por la intensidad de vida, o hablamos más minutos, si cabe, en la puerta de las casas.

No es una despedida, pues luego siempre dices que te vas a ver, pero en el fondo cada lugar lleva su rutina, y sobre todo nuestra perra, que siempre que nos marchamos se quedaba con ellos. Ya nota su ausencia.

Es esta nostalgia que te lleva a no parar de mirar su casa y a pensar en los siguientes que vendrán, y que siempre pido que sean silenciosos y que den paz.

Intercambio de llaves. La tuya y la mía, las que utilizábamos en casos de emergencia, y de abrazos. Y así es la vida, un devenir constante de personas que vamos y venimos, y que por eso debemos dejar una buena estela,  porque es lo que queda.

Esta semana recomiendo el Aro Plata Bárbara, porque es el que a Yolanda le gustaba.