Hoy cumplo mi noveno día de vacaciones y hasta llegar a los quince voy secuestrando segundos en este descanso tan necesario y merecido, pues no paro habitualmente. Literalmente, soy hiperactiva. Aquí, en la distancia y con solo un ordenador y alicates, sigo creando para mi vuelta. Lo hago sin estrés, viendo películas, ya que me fascina el cine. Me pongo al día con todas las que no he podido ver durante el año, ya que asisto a un curso de cine mundial. Cuando no puedo asistir a la reunión, sigo la grabación. Así es como he dedicado estos días. Aún me queda una parte del ciclo de Woody Allen, con el que retomaremos la semana que viene.
Me impongo tareas aún en vacaciones. No es lo mismo que deberes. Hago un inciso recordando que cuando era niña, a nosotros nos mandaban lo segundo y a mis primas que vivían en Cádiz, lo primero. Suena mucho más suave decir “tareas” que “deberes”, que suena más obligatorio. Aquí, me impongo ciertas pequeñas obligaciones para volver más relajada. Cuando cumplo con mis propósitos mentales, me siento mucho mejor.
He avanzado con nuevos diseños para la web y con temas administrativos. Dedico tiempo a estos en los vuelos largos. He practicado deporte a diario y he bebido menos cerveza. No he dormido lo que quisiera, ya que parece el cambio de horario. Si no hubiera sido una matrícula de honor ni un descanso, ya que mentalmente supone el mayor poder para mi vuelta. Estoy preparándola.
En cinco días me quedarán tres libros por leer y empezar un puzzle que me regalaron los reyes en las pasadas Navidades. El puzzle trata sobre las Meninas. Me gustan los regalos con sentido, pequeños y que ocupen poco. Mil piezas de un puzzle caben en una bolsa pequeña. ¿Conseguiré mi último objetivo? Con tantos amigos aquí, parece complicado. Sin embargo, creo que mi cerebro se lo propone y por eso amanezco todos los días a las 6:00 a. m.
El próximo diario será en septiembre. ¡La vida vuela!


